Bajé lentamente del árbol y simulé masticar vegetación para darle toda la seguridad de que mis intenciones eran de lo más pacíficas. Los brillantes ojos de Peanuts me miraban... Como parecía totalmente tranquilo, me eché de espaldas en la vegetación, extendí poco a poco la mano, la palma hacia arriba, y la dejé sobre las hojas. Después de mirarla con detenimiento, Peanuts se levantó y extendió su mano para rozar mis dedos con los suyos por un instante... Ese contacto figura entre los más memorables de mi vida entre los gorilas.
Dian Fossey